Hace
no demasiado hablamos sobre autores e intérpretes románticos caribeños.
Hoy quiero recordar al que fué símbolo del romanticismo europeo.
Curiosamente pese a que por su idioma y su tipo de canciones muchos le
consideraban francés él era belga.
Es
curioso como los franceses parecen haberse apropiado la consideración
de patria del amor y sin embargo además de tener en cuenta que Don Juan
era español, debe ser solo el idioma supongo, pues su otro gran
intérprete romántico, Aznavour, era armenio... ¡Casi nada es lo que
parece!
Pero
no divaguemos, iba a hablar del que para mí, y creo que para casi todos
los sesenteros españoles, el cantante de la bellas baladas para
“bailar pegado”, el que ablandaba a las chicas y que a nosotros nos
hacía poner cara de burla (teníamos que demostrar lo duros que éramos),
el romántico por excelencia, era Salvatore Adamo.
Por
si fuera poco cada vez que sacaba una nueva canción, inmediatamente
hacía una versión en español. De hecho la única canción suya que conocí
solo en francés, aunque seguro que también la hizo en mi idioma, fue
Tombé la niege. Y curiosamente también, pese a manejar razonablemente
ese idioma, nunca busqué sus letras originales. Ya eran lo bastante
sugerentes las “nuestras”.
Tal
vez, si sigo con esta locura, vaya dejando más muestras de esté
cantante que pocos no supervivientes de entonces, creo, conocen hoy, y
es que temas como Un mechón de tu cabello o Mis manos en tu cintura, sin
ir más lejos, son verdaderas joyas en el recuerdo.
Está
claro que Manzanero es el gran autor de ese estilo pero entre los ye-yés, al contrario que Adamo, nunca tuvo mucho éxito. ¿Quizá era
mala su música? ¡NO!, rotundamente no. Su pecado era otro y él era
inocente. Su pecado era que gustaba a nuestras madres, y eso era
imperdonable para los que estábamos dando paso a la Era de Acuario.
Luego nos dimos cuenta de que no habíamos dado paso a nada y de que
nuestra generación fué una más, que se aprovechó de los logros de las
anteriores y, quizá, avanzó algo tal como le correspondía.
La
Nueva Trova llegó en los setenta, cuando los jóvenes de entonces ya
habíamos “crecido” un poco y además traía un trasfondo político que nos
arrastraba. Era como un himno... incluso cuando hablaban de amor sus dos
genios, Silvio y Pablo.
Pablo
Milanés dió un nombre a su maravilloso tema, le llamó Yolanda, pero la
cuestión es que, tal y como dije, para mí aquello era una oración. Esto
de hoy es solo, aunque nada menos que una canción y no le da nombre,
deja que cada uno elija el que le salga del alma. Cierto que eso
hacíamos al escuchar la de Pablo, pero en esta ocasión no tenemos que ir
“traduciendo” a cada paso, no da más facilidad para imaginar el nombre
y, por tanto, el rostro.
¿He
dicho el rostro? sí, y he dicho bien. Puede ser un nombre poco habitual
pero aunque fuera uno corriente que se pudiera asociar a muchas
personas, en ocasiones como esta al pensar en él, tan solo una cara,
unos ojos, una boca, viene a nuestra imaginación. Incluso, por
asociación, su tono de voz, su acento, su...
Creo
que es peligroso hablar de canciones románticas, sobre todo si llenan
tanto la imaginación como esta. Es fácil, demasiado fácil, caer en lo
cursi; y esa acusación entre los madrileños sesenteros era motivo
suficiente para liarse a guantazos. No en balde nos habían enseñado
desde la cuna que debíamos ser “más chulos que un ocho”.
Así que mejor me callo.
Tu Nombre (Adamo) - 1966
Tu nombre
llena mi pensamiento
desde el mismo momento
en que me he enamorado.
Tu nombre
para mi es el emblema
y el más bello poema
que el amor ha creado.
Tu nombre
para mi lo han escrito
en su cielo infinito
soles, lunas y estrellas.
Tu nombre, tu nombre...
Con tu nombre fundida
ha quedado mi vida
desde que lo aprendí.
Tu nombre ya conocen las flores
y hasta los ruiseñores
lo aprendieron de mi.
Tu nombre, tu nombre...
Tu nombre
es recuerdo y presencia
que mitiga en tu ausencia
esta soledad mía.
Tu nombre
como un reto de guerrero.
Tengo fe porque espero,
volverás algún día.
Volverás a mi.