Quizá lo usual hubiera sido que esa dama que observa desde la almena hubiera llevado un vaporoso vestido de seda y un gorro largo y puntiagudo con una ligera tira de gasa ondeando a la suave brisa mientras se veía su bello perfil con una pequeña y graciosa naricilla.
También lo usual hubiera sido divisar abajo una llanura y un caballero sobre un corcel blanco, con armadura de plata y un laúd entre los brazos, poniendo su corazón a sus pies y rogándole que escapara con él hacia un lejano reino.
En lugar de eso la misteriosa dama viste unos pantalones vaqueros y un blusa que delata claramente su cultura sureña: gaditana, canaria o caribeña. No permite disfrutar de su rostro y tan solo deja ver su corto cabello quedando ocultos unos ojos que se adivinan hechiceramente oscuros, hispanos, del color de la Coca Cola que cantara Fito. Quizá se oculte para evitar que caigamos de rodillas sometidos a su embrujo o tal vez para observar, con una lágrima en la mejilla, a la amazona que, ¿desde mi nube?, cabalga por el cielo mientras un relámpago trastorna todos los colores. La amazona es Lucy (Lucía para los españoles) que con sus diamantes la observa desde allá arriba.
Y es que no estoy hablando de un cuento medieval sino de Rock. De cuatro muchachos que, tal vez tocados por el genio de Bach o de Wagner, pasaron en muy pocos años de hacer versiones de los éxitos del R&B que llevaban en sus equipajes los marineros estadounidenses que recalaban en Liverpool a crear un nuevo estilo de música, el Beat, para a continuación tras un par de escalones intermedios, pero absolutamente geniales, llegar al punto más elevado de la Psicodelia (o de la música psicodélica para ser exactos). Fue un hito que asombró al mundo y que hizo palidecer de envidia no solo a sus grandes competidores sino también a los más engreídos y rancios músicos de formación clásica.
Incluso se retrataron en la portada asistiendo a su propio entierro. Los Beatles habían sido definitivamente superados, ellos ya eran La Banda del Club de los Corazones Solitarios. Y es que tras esa cima increible Los Beatles necesariamente tenían los días contados, ellos mismos lo vieron claramente. La Novena Sinfonía del Siglo XX , en una nueva modalidad de trece movimientos (¿Quien habló de supersticiones?) había sido compuesta, todo lo que viniera a continuación serían ya cosas más o menos agradables, más o menos buenas, pero siempre desvaídas a su lado.
No sé cuando hablaré del siguiente tema del Sgt. Peppers, esto solo son locuras mías, recorridos por mi “banda sonora” pues no soy crítico ni músico así que sin más, inicio mi singladura con un tema de música deliciosa que no renuncia ni a pianos y sitares, ni al ritmo, ni a los quejidos y aullidos de las guitarras eléctricas y cuya letra es capaz de evocar las más maravillosas e insólitas escenas, en ocasiones casi propias de Alicia en el País de las Maravillas.
No sé cuando hablaré del siguiente tema del Sgt. Peppers, esto solo son locuras mías, recorridos por mi “banda sonora” pues no soy crítico ni músico así que sin más, inicio mi singladura con un tema de música deliciosa que no renuncia ni a pianos y sitares, ni al ritmo, ni a los quejidos y aullidos de las guitarras eléctricas y cuya letra es capaz de evocar las más maravillosas e insólitas escenas, en ocasiones casi propias de Alicia en el País de las Maravillas.
Admito sin rubor que cuando ví estas escenas en la pantalla de un cine mientras sonaba la música no pude evitar que una, o dos, o tres, lágrimas de emoción se deslizaran... Afortunadamente la sala estaba oscura porque es sabido que los hombres no lloran y los españoles somos muy machos y ni de emoción debemos llorar.
Por el contrario estoy seguro de que a la dama de la almena, una mujer, no le causará ninguna vergüenza sentir desbordarse sus ojos al pensar en Lucía.
Lucy in the Sky with Diamonds (Los Beatles) - 1967
Imagina que estás en un barco en un rio,
entre árboles de mandarinas bajo un cielo de confitura.
Alguien te llama, tardas en reaccionar...
¡Una chica con ojos caleidoscópicos!
Flores de celofán amarillas y verdes
se elevan sobre tu cabeza,
buscas a la chica con sol en sus ojos
pero se ha ido.
Lucy en el cielo con diamantes.
Lucy en el cielo con diamantes.
Lucy en el cielo con diamantes.
Siguiéndola bajas por un puente, junto a una fuente
donde el pueblo de los centauros come pasteles de malvavisco.
Todos sonríen mientras te tiendes tras las flores
que crecen increíblemente altas.
Taxis de papel aparecen en la orilla
esperando que los cojas.
Subes atrás, pensando en las nubes...
¡Y te has ido!
Lucy en el cielo con diamantes.
Lucy en el cielo con diamantes.
Lucy en el cielo con diamantes.
Imagina que estás en un tren en una estación,
los porteros son de plastilina con corbatas de cristal.
De repente hay alguien en el torno de entrada...
La chica de los ojos caleidoscópicos.
Lucy en el cielo con diamantes.
Lucy en el cielo con diamantes.
Lucy en el cielo con diamantes.